miércoles, 23 de diciembre de 2009

poemas de alfonso chase

Alfonso Chase, Costa Rica










Yo avizoro







Yo avizoro un mundo alzándose
sobre el poder de su propia importancia.


Una nueva tierra y un nuevo cielo
aquí, entre nosotros,
y no en lejanos mundos accesibles
sólo por la necedad telemática.


Yo chateo con Dios a toda hora.


Es decir: hablo conmigo mismo sin necesidad
de redes espectrales controladas por el Maligno.


Vivo mi propio Apocalipsis todas las mañanas
al leer las noticias en los diarios.

Entreveo la marca de la Bestia en las sonrisas
y sobre la frente de bellos modelos indigestos.


Yo exijo un mundo construido
sin cielo y sin infierno. Un espacio
libre para la mujer y para el hombre.


Aquí, en la tierra, cercano de mi mano
y propicio al fuego de mis labios.


Un reino cuerpo, manos, cerebro, mente
y semen, unidos en el abrazo de los espermatozoides
y los óvulos. El reino de la carne para la carne.


Un reino neurona para la inteligencia.


Un espacio de luz, radical y glorioso,
por sobre la oscuridad de estos días nefastos.
©Alfonso Chase







Una gota de sangre






Una gota de sangre, hoy,
puede contener
el límite de todo el universo.



Una bofetada, en su rumor metálico,
no podría nunca domar el dulce abismo de unos ojos
y el golpe, magistral sobre los tímpanos,
no nos priva de oír el sonido
de esos caballos, recorriendo firmes el desierto
sobre sus cascos serenos.


La lluvia, anhelada e imposible,
dilata cualquier celda,
creada para contenernos.


Una lágrima expulsada,
hacia el adentro del llanto,
es más poderosa que las bombas cayendo
sobre ciudades inertes.


La esperanza está definida en los cuerpos
saltando en miles de átomos vengadores,
en ese ser en la muerte
que es igual a Ser para la resurrección.
©Alfonso Chase






Elegía






Cuando dos que se han amado se separan
-para siempre-
algo se quiebra en el orden interno
de la noche.
Una mano llama al guante ya perdido
y un hálito
se posa tibiamente en la heredad
del árbol.
Cuando dos se dicen adiós ante el espejo
-sin tocarse-
apoyando los dedos en las sombras
la forma detiene el tiempo,
y en el agua
la luz adquiere imagen de ventana.
Puede ser que esa luz
en forma deslumbrante se haga ancha
como el mundo
y un pájaro multicolor caiga desplomado,
herido por la sed
que media en el instante
de esos dos que alguna vez se amaron para siempre.
Cuando dos que se aman todavía
-se separan-
algo los cubre suavemente
y un lenguaje tácito se nace
en el sitio en que esos dos dejaron
la recíproca tortura de olvidarse.
Algo envejece para siempre sobre el aire.
Posiblemente se suicide un ángel de tristeza
al mirar cuando esos dos desaparecen
-separados por pasos y por besos-
inventando historias y cantando,
mojados y oscuros de una lluvia
que refleja el rumor de sus palabras.
Cuando dos que se amaron se separan,
el verano sube sobre las alas de la noche
y una hoja, sobre el azul del cielo,
abre los ojos y oculta su estupor
con un conjuro.
Cuando dos que se aman se separan
-sin rencores o espadas-
un fantasma encantado cobra vida
y se inclina a recoger
a esos dos labios,
desnudos para siempre de lenguajes.
©Alfonso Chase

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