Josué Torres Morales, poesía musical entre claridades
Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio
La Gran Nicoya
Lic.
MIGUEL FAJARDO KOREA
(Moravia,
Costa Rica). Josué Torres Morales (Guanacaste, 1990) es bachiller en
informática empresarial y estudiante de filología española en la Universidad de
Costa Rica. Se graduó en el 2009 en el Colegio Artístico Prof. Felipe Pérez en
la especialidad de música con énfasis en piano.
Miembro del Centro Literario de Guanacaste desde el 2009.
Ha publicado Boreal (2017). En la revista
electrónica “Letras de Uruguay” (2017), publiqué el artículo La irrupción
boreal de Josué Torres en la poesía de Guanacaste. Su nuevo libro se titula
Blues en abril (2023). Ha publicado, igualmente,
en la revista Intersedes. Incluido en la antología Fin de siglo: una
antología de poetas costarricenses que nacieron en la incertidumbre del cambio
(Universidad Nacional), así como en GUANACASTE. POESÍA ENTRE SIGLOS
(1824-2024), de Miguel Fajardo (Costa Rica: EUNED, 2024: 434). En
dicha antología, incluí tres significativos poemas de su segundo poemario. Josué
es una de las voces nuevas de la poesía costarricense, cuya obra va marcando
senderos en temáticas personales, así como en la de su promoción poética.
Josué Torres Morales. Blues
en abril.
Guanacaste: Círculo y Punto Ediciones, 2023: 106. Cubierta BLUES, de Ulises
Jiménez, Diseño y diagramación, de Soren Vargas, Corrección de Lila Rojas.
Criterio de contracubierta de Daniel Matul. El libro está conformado por 48
poemas, divididos en seis partes, a saber: Balada de la estación. Dioses de la
liberación. Un bohemio cualquiera. Viernes, estoy enamorado. Abril, ella
vendrá. Corazón extraviado.
“Todo cambia / y ya rompí mi amorosa relación con las
consolas / para volverme amante del teclado y el ratón / y navegar en los
sitios web / más clandestinos del momento / y escuchar esas canciones
descargadas / con el dios Ares”. Es clara la intención del yo lírico de
establecer dicha asociación con sus intereses profesionales.
El hablante censura el afán materialista de las
empresas que solo se dedican a acumular riquezas, por encima de los valores
humanos, y se empeñan en explotar la fuerza laboral.
El libro contiene un epígrafe de Matrix, 1999: “Nunca
uses a un humano para hacer el trabajo de una máquina. El hablante lírico
endiña: “Entonces la realidad es una sutil pincelada / entre las carrozas /
cuando el opresor / festeja su exclusivo banquete”. Asimismo, la multitud es
vista como signo de opresión, no de liberación de las ataduras explotadoras:
“Todo cambia: / la burocracia, / las calles, / la ciudad, / el tránsito
vehicular, / los edificios / que se coinvierten en ignotos / mientras ella se
extravía entre la multitud”.
El poeta censura la escalada de explotación de la
fuerza laboral “La carne humana / es un banquete para las máquinas, /
combustible orgánico / en una escala evolutiva sin proyección”. “Los demonios /
ya no son iguales, / ahora toman agua mineral, / soda con vodka / en su afrecho
/ para desfilar como arlequines”.
El hablante lírico repasa el tema existencial
humano/divino: “Anochece en el universo, / los dioses reflexionan su decepción
/ y le otorgan a la muerte / los huesos preciosos. / Han pasado muchos abriles.
/ La tierra duerme / mientras Quetzalcóatl /desciende al inframundo. /Amó tanto
a los humanos… / Tal vez por eso estoy aquí / a un paso / de tomarme un trago
de mezcal”.
En Tezcatlipoca se establece un juego semántico y
expresivo: “Esa serpiente no dice la verdad. / Es cobarde. / Me observa desde
el cielo, / la escucho entre los árboles / y todas las ciudades. / Huye de mí /
mientras emano sonidos, / voces de las cuales / nadie se puede escapar, / ni
las diosas / ni los cadáveres. /Esa serpiente dice que la he embriagado”.
El tono reflexivo, crítico y humanista se advierte en
“Menguante”: “Quiero pintura / para la guerra junto a aquella luna / que se
esconde /entre sombras / y / ese otro sueño / donde los tanques / y las bombas
/ son odas para resucitar muertos. / En
el silencio no hay descanso”.
“Canción” es la mezcla de una visión del mundo, tanto
interna como externa: “Quedan vinos y canciones / melodías para complacerte
esta madrugada / y te canto una de Ignacio Bernoulli (…) Al soñar / una
estrella se extravía / en la ciudad /donde los grillos se desvelan / y en los
bares / hay un loco tocando la guitarra. (…)
Ese loco soy yo / cuando te canto, / cuando te recuerdo / en aquella
letra de tu nombre / y los cigarrillos memorizan / tu aroma de medianoche”.
En “Nocturno azul” se expresa la condición sensual y
amorosa: “En la habitación / hay una mujer fumando / y observo las figuras /
que hace con el humo (…) Cuando me besa
/ siento su corazón cuántico /mientras la noche / se transmuta en lienzo / y
nuestros cuerpos en acuarela”.
En “Inexorables” se advierte una visual unión de los
cuerpos de las personas amantes: “Cuando me apretás / soy un sismo, / una
máquina de tatuar, / un deslizamiento que empieza / a invadir tu cabello, / y
es ahí cuando me soltás. / Te me vas al pecho / para contarme las dudas. / Te
atrapo y no te suelto. / Se me pierden los dedos / con la música: / son
réplicas de estas notas /donde vos inducís / a mi lengua a comprender / que hay
otras formas / de pronunciar / los deleites del abecedario”.
El discurrir temporal es otra de las preocupaciones
del hablante lírico de Blues en abril: “Es un vicio / el mirar / la
hora, /determinar las fechas. /Somos esclavos no del tiempo, /sino / de las
cosas que podemos hacer con él”. “En donde estés” se plantea se aborda ese eje
temático: “Dicen / que despedirse un domingo / es una herida / infinita y
abismal / donde la esperanza / se queda ingrávida / en la dimensión de la
nostalgia”. Es decir, en la poesía de Josué Torres Morales, el tema del tiempo
se expresa en diversas dimensiones, tanto cronológicas como emocionales.
En “Enésima” se enuncia la nostalgia por la ausencia
de la amada, a pesar de los recuerdos tangibles o no que han quedado en el
entorno: “Todo continúa, / nada vuelve / a pesar de que reproduzco / una y otra
vez / esos audios que me dejaste. / A pesar de que revivo / tu imagen / en los
píxeles / se cansa la vista. / Todo sigue / y no volvés. /Te perdiste / con
aquel sueño / desencriptado en mi memoria”.
Asimismo, los espacios de separación son notorios en
“El invierno y la pena”: “Aún con esto / cuando el invierno llegue / no me
dejés / una taza de chocolate caliente / ni tus brazos ni ese beso espontáneo /
tirado en los regazos de las sábanas. / Te pido que solo te vayás. / Déjame
aquí con mi pena / porque el chocolate sabe a vinagre / y no podemos endulzar
lo que se rompió”.
El uso de los dispositivos tecnológicos en nuestro
tiempo trae avances y restricciones o ausencias provocadas. “Ciberamante” es un
poema reflexivo para meditar sobre los comportamientos del factor humanidad, en
relación con el uso de tales dispositivos: “Me cansé de vos, / de cómo me
cambiabas / en cualquier momento de compañía / por ese invasor que llamamos /
teléfono celular. / Y para qué enumerar esos recuerdos / si vos misma ignorás
todo / mientras seguís viendo esa maldita pantalla. / Decidí dejarte / con ese
amante el cual se volvió parte de vos”.
En ese mundo de alta velocidad que es el siglo XXI, el
poeta también se despide de una computadora. Y lo hace estableciendo un
monodiálogo objetivo: “Eras vos / sola / en medio de un mundo de bits / donde
no le temías a los hackers / o a las migrañas que te daban los virus (…) Debo
aceptar que te voy a extrañar / pero tu sustituta / me roba la mente / me
extrae los sentidos / y / me despido con un documento de texto / que será
almacenado en tu obsoleta memoria. (…) Y sí, / eras solo / una computadora, /
la cual envejeció / para naufragar / en su límite de utilidad / o para irse a
textear con el vacío / como si la vida fuera el botón de suprimir. /Te veo partir / entre el óxido del camión de
la basura”.
Cuando comenté su libro de estreno, “Boreal” (2017), señalé que
Josué Torres Morales incorporaba cernida crítica contra ejes temáticos:
autoengaño, consumismo, politiquería, medioambiente, mundo tecnológico, memoria
histórica de América, despersonalización frente a la era digital,
deshumanización capitalista, desafíos ideológicos, vacíos societarios,
patriotismo adocenado y la pobreza de las mayorías.
Con Blues en abril (2023),
Josué Torres Morales ratifica que es una de las voces más firmes y
significativas de la poesía escrita desde Guanacaste. Su nuevo libro lo
posiciona con un estilo muy renovador, tanto en sus ejes temáticos como en su
manera de abordarlos. Incluirlo en mi antología Guanacaste: poesía entre
siglos (1824-2024, editada por la Editorial EUNED (2024: 434) es un
aliciente para que siga escribiendo, sin pausa, pero sin tregua. ¡Albricias integrales!, estimado poeta, Josué
Torres.
Recuerda que “La poesía es un acto de alarma”, como sentenció el gran poeta argentino Rubén Vela (1928-2018).
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