viernes, 1 de marzo de 2019

SANTIAGO PORRAS: POLIFONÍA DE LAS REVELACIONES

Santiago Porras






SANTIAGO PORRAS:
POLIFONÍA DE LAS REVELACIONES




Lic. Miguel Fajardo Korea
minalusa-dra56@hotmail.com
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural






            (Moravia).- Santiago Porras Jiménez nació el 25 de julio de 1951, en Las Juntas de Abangares. Posee un gran bagaje académico, a saber: Agrónomo de Escuela Agrícola Panamericana -El Zamorano, Honduras-; Ingeniero Agrónomo en Producción, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (México); Maestría en Valuación, impartida por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), mediante convenio con la Uned.

         Su experiencia profesional incluye, entre otros cargos: Gerente de Ingeniería y Valuación del Banco de Costa Rica. Miembro de la Comisión de Avalúos del Colegio de Ingenieros Agrónomos. Miembro de la Comisión de Capacitación Profesional del Colegio de Ingenieros Agrónomos. Miembro de la Comisión Interbancaria de Avíos. Miembro de la Junta Directiva del Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (FONAFIFO). Miembro de la Junta Directiva de la Editorial Costa Rica. Coordinador del Consejo Asesor del Colegio de Costa Rica, Ministerio de Cultura y Juventud. Presidente de la Asociación de Profesionales del Banco de Costa Rica. Fiscal de la Asociación Solidarista del Banco de Costa Rica. Presidente de la Asociación Instituto Costarricense de Valuación (ICOVAL).

         En su experiencia docente, ha impartido charlas sobre temas relacionados con la Valuación en el Banco de Costa Rica, el Instituto Tecnológico de Costa Rica, el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), el Colegio de Ingenieros Agrónomos, el Colegio de Arquitectos, el Colegio de Ingenieros Civiles de Costa Rica;  en la Universidad, El Zamorano y el Colegio de Ingenieros Civiles de Honduras. Ha tenido la oportunidad de viajar a diversos países, donde participó en cursos y congresos, tales como Israel, Chile, Perú o Argentina.

         Ha publicado numerosos artículos sobre valuación, en diversos medios de prensa escrita. Su tesis de Maestría se intitula: Determinación de la utilidad del empleo de modelos de regresión múltiple para estimar el porcentaje del monto original del crédito que no se recupera al vender un bien adjudicado en el Banco de Costa Rica”.

         En el ámbito literario, ha publicado siete libros -cuatro cuentarios, dos novelas y un libro de historias-, a saber: Cuentos de ayer, de hoy y de nunca (1993 y 2003); Cuentos guanacasticos (1997, 2003 y 2012); El regreso es parte del viaje (2002 y 2008); Allá en el Zamorano (2006); Avancari (2012 y 2018); La sombra decapitada (2017) y Abrazos de matapalo (2018). Cuatro de sus libros alcanzan segundas ediciones, lo cual es muy valioso.

         Sus artículos se han publicado en diversos medios  de prensa: La Nación, La República, La Prensa Libre, Ojo y El Financiero. Colabora con la Revista Nacional de Cultura y la revista electrónica Literofilia, así como con “Compartiendo la palabra”, Radio UCR, Canal 36 y “La tribuna del pueblo”, en radio Cultural Tilarán. Cuentos suyos han aparecido en las revistas culturales: El Candil, Graffiti Internacional, Fronteras, Revista Nacional de Cultura y Turí-Guá. Hemos compartido en diferentes actividades de gestión y difusión cultural, desde hace varios lustros.

         Ahora abordaré su más reciente novela Abrazos de matapalo (San José: Euned, 2018: 107), con acertadísimo criterio técnico en la contracubierta del escritor Guillermo Fernández. En esta novela de Porras Jiménez, destaca la utilización de una técnica narrativa: la presencia de numerosas voces que llevan el hilo argumentativo de la obra, por ejemplo: la Casa, el Árbol, la Patrona, el General, que tienen la característica de ser denominados sin un nombre individualizador, sino de modo general, lo cual responde a estructuras de poder. Por el contrario, los otros personajes, de más bajo perfil, sí se encuentran personalizados: Pancha, la empleada; José Ana y Asisclo Ruiz, mandadores; Venancio, Milciades Matarrita, el talabartero;  Leonidas Alvarado, el montador; o Pedro Lara, el precarista. Igualmente,  se cita “El Leontina”, el caballo del mandador José Ana y “El Batuque”, el perro de la Patrona.

         La novela tiene una estructura narrativa circular: inicia y concluye con la voz de la Casa (p. 1 y p. 107), de la Hacienda Cuipilapa (río de varios colores), en Guanacaste.  La casa se ha convertido en  un tema estelar para un análisis topológico en la narrativa. La casa constituye una manera de representar la personalidad humana. Cada parte de ella mantiene un paralelismo con el cuerpo: el techo es la cabeza; las puertas y los balcones, lo sensorial; la bodega, lo inconsciente. Dicho espacio es un nucleador social. La célula de la familia se cohesiona a partir de su existencia. La casa condiciona la actitud de los personajes en sus diversos discursos, pues se comporta como un ombligo, un centro de cohesión familiar.

         La novela establece cronotopos. Según Mijail Bajtin, la novela estructura relaciones entre el tiempo y el espacio en diversos escenarios dialógicos. Toma el espacio como un reflejo de la estructura socio-histórico del contexto en el cual surge la obra. Y el tiempo como un paralelismo temporal del momento de la enunciación”. (Bajtin 1981: 84-85).
        
         La polifonía discursiva de esta novela de Santiago Porras posibilita un recuento ideológico de reveladores acentos: relaciones de poder económico y político, la hacienda ganadera, el gamonal que tuvo cien hijos,  las voces clasistas del poder, el código patriarcal en los amoríos, la agresión física y sexual por parte de los hombres, comportamientos machistas en las relaciones amorosas y sumisas de las mujeres, el desplazamiento de guanacastecos a la zona bananera, el surgimiento del precarismo, la explotación laboral contra los sabaneros, la descripción de la flora y la fauna, la explotación aurífera de Mr. Miggs, la logia masónica, la montadera de toros, el acoso, el despido y la persecución, los procesos de animalización y cosificación, el golpe de estado, el miedo de los poderosos a la educación, las dicotomía Dios y los pobres, la actuación de las autoridades...

         Las  marcas  textuales de esa polifonía discursiva se localizan así: voz de la casona (p. 10 y p. 16); la Patrona (p.19); sabaneros (p.20); el matapalo (p. 25); códigos patriarcales (p.27); procesos de animalización (pp. 28-29); voces impersonales (p.31); prácticas contra las mujeres (p. 34); el trabajo y el orgullo del sabanero: “herrar, arrear, amarrar, apiolar, volcar reses, curar gusanos y llamar a la vaqueta” (p.53), descripción de la fauna (p.64); inferencia sobre los ricos y el poder (p. 73); duelo entre el Chiricano y el Nica (p. 85); apropiación de terrenos de la hacienda (p. 86); planeamiento del golpe de estado (p. 90); el miedo del poder a la educación (p. 92); la dicotomía Dios/pobres; (p. 97); los pobres, el pan y el circo (p. 98); la presencia y organización del Partido Comunista (p. 102); el surgimiento del precarismo (p. 104); la muerte de Gil Tablada Corea (p. 104); el abandono de la casa por parte de los precaristas (p. 106).
         La novela de Santiago Porras Jiménez estructura dos movimientos de las voces discursivas en su tiempo y espacio, tanto el centrífugo (del centro hacia afuera), como el centrípeto (de afuera hacia el centro). Esa condición la torna una novela con gran dinamicidad, de entradas y salidas frecuentes, de rupturas y cambios de escenarios polifónicos que, al mismo tiempo, dejan ver actitudes y comportamientos heterogéneos.

         En la novela se habla sobre los sitios arqueológicos de Guanacaste (pp. 11-12), de las especies madereras explotadas. En ese sentido, la novela se centra en el matapalo, el árbol preferido por la Patrona. Conforme avanza la obra, se densifica su significación “inicialmente parasitaria hasta convertirse en un ser vivo de impresionante vigor y autonomía, merced a que cobró la vida de su involuntario y desamparado hospedero” (p. 2).

         Muy importante la introspección que plantea La patrona  al General,  su marido. “Aproveché para decirle que aquel árbol era la alegoría de él: un árbol enorme, frondoso, de raíces profundas que nació frágil, desvalido, pero que en los brazos de su huésped mamó su savia y poco a poco, conforme se iba fortaleciendo, lo fue aniquilando”  (p. 25).

         Luego acota un cierre reflexivo muy interesante que vehiculiza el título del texto con el contenido discursivo simbólico: “Que viera  cómo el matapalo era un árbol que hacía su vida a costa de la vida de otro, que así había sido él, que para llegar a ser lo que era se había aprovechado de los seres anónimos que componían el pueblo, a todos ellos les había succionado algo para hacerse más y más rico. Que él era un matapalo múltiple, que había necesitado de muchos árboles huésped para dar muchos abrazos fatídicos” (pp. 25-26)

           En conclusión, la casa ha tenido una función determinada en la configuración de los procedimientos narrativos. Su estructura topológica establece una red de relaciones tipificadas con los motivos y los acontecimientos: hospitalidad, desconfianza, adulterio, culpabilidad, rupturas sentimentales, autoagresión, soledad, transfiguraciones. Opera, además, como un microespacio aniquilador, donde los seres son extraños en su propio mundo. La interrelación de los personajes es un mecanismo dinamizador, donde la casa presenta movimientos, tanto en la direccionalidad, centrífuga como centrípeta, lo que afirma la búsqueda de la identidad.

           La oposición cerrado-abierto y luz-oscuridad son las de mayor recurrencia.
 El recuerdo es un motivo cohesionador, porque permite retrotraer los motivos, básicos en la visión evolutiva o involutiva de los personajes. La casa adquiere diferente valoración, dependiendo del grado del recuerdo selectivo que, por lo general, es una vuelta a la infancia, donde la casa se proyecta como un ombligo que, según Mircea Eliade, indica la creación del mundo.

         La casa, como topos, remite a la hospitalidad, la seguridad, el cobijo o el refugio, pero, a medida que se va desarrollando la sustancia narrativa, cambia su función. Es un sitio de convergencia, desde donde se disemina el movimiento que dinamiza los más variados acontecimientos del texto.

          En el discurso topológico de la casa, se evidencia el poder, la autoridad del hombre, quien descalifica a la mujer. La casa  confiere signo de autoridad y afianza la estructura vertical del poder. La topología de la casa, en esta ocasión, corresponde a contextos geográficos rurales. Es decir, se afirma  un proceso sociocultural que incorpora el campo a la identidad costarricense, como una línea del discurso integral en la narrativa de hoy.


LIC. MIGUEL FAJARDO KOREA

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