Santiago Porras
SANTIAGO
PORRAS:
POLIFONÍA
DE LAS REVELACIONES
Lic. Miguel Fajardo
Korea
minalusa-dra56@hotmail.com
Premio Nacional de
Promoción y Difusión Cultural
(Moravia).- Santiago
Porras Jiménez nació el 25 de julio de 1951, en Las Juntas de Abangares. Posee
un gran bagaje académico, a saber: Agrónomo de Escuela Agrícola Panamericana -El
Zamorano, Honduras-; Ingeniero Agrónomo en Producción, Instituto Tecnológico y
de Estudios Superiores de Monterrey (México); Maestría en Valuación, impartida
por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), mediante convenio con
la Uned.
Su experiencia profesional
incluye, entre otros cargos: Gerente de Ingeniería y Valuación del Banco de
Costa Rica. Miembro de la Comisión de Avalúos del Colegio de
Ingenieros Agrónomos. Miembro de la
Comisión de Capacitación Profesional del Colegio de Ingenieros Agrónomos. Miembro de la Comisión Interbancaria de Avíos. Miembro de la Junta Directiva del Fondo Nacional de Financiamiento Forestal
(FONAFIFO). Miembro de la Junta Directiva de la Editorial Costa Rica. Coordinador del Consejo Asesor del Colegio de Costa Rica, Ministerio de
Cultura y Juventud. Presidente de la Asociación de Profesionales del Banco de
Costa Rica. Fiscal de la Asociación Solidarista del
Banco de Costa Rica. Presidente de la Asociación Instituto Costarricense de
Valuación (ICOVAL).
En
su experiencia docente, ha impartido charlas sobre temas relacionados con la
Valuación en el Banco de Costa Rica, el Instituto Tecnológico de Costa Rica, el
Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), el Colegio de Ingenieros
Agrónomos, el Colegio de Arquitectos, el Colegio de Ingenieros Civiles de Costa
Rica; en la Universidad, El Zamorano y
el Colegio de Ingenieros Civiles de Honduras. Ha
tenido la oportunidad de viajar a diversos países, donde participó en cursos y
congresos, tales como Israel, Chile, Perú o Argentina.
Ha
publicado numerosos artículos sobre valuación, en diversos medios de prensa
escrita. Su tesis de
Maestría se intitula:
“Determinación
de la utilidad del empleo de modelos de regresión múltiple para estimar el
porcentaje del monto original del crédito que no se recupera al vender un bien
adjudicado en el Banco de Costa Rica”.
En
el ámbito literario, ha publicado siete libros -cuatro cuentarios, dos novelas
y un libro de historias-, a saber: Cuentos de ayer, de hoy y de nunca (1993
y 2003); Cuentos guanacasticos
(1997, 2003 y 2012); El regreso es parte del viaje (2002 y 2008); Allá en el Zamorano (2006); Avancari (2012 y 2018); La sombra decapitada (2017) y Abrazos de matapalo (2018). Cuatro de sus libros alcanzan segundas ediciones, lo cual es
muy valioso.
Sus
artículos se han publicado en diversos medios de prensa: La
Nación, La República, La Prensa Libre, Ojo y El Financiero. Colabora con la
Revista Nacional de Cultura y la revista electrónica Literofilia, así como con
“Compartiendo la palabra”, Radio UCR, Canal 36 y “La tribuna del pueblo”, en
radio Cultural Tilarán. Cuentos suyos han aparecido en las revistas culturales:
El Candil, Graffiti Internacional,
Fronteras, Revista Nacional de Cultura y
Turí-Guá. Hemos compartido en diferentes actividades de gestión y difusión
cultural, desde hace varios lustros.
Ahora
abordaré su más reciente novela Abrazos
de matapalo (San José: Euned, 2018: 107), con acertadísimo criterio técnico
en la contracubierta del escritor Guillermo Fernández. En esta novela de Porras
Jiménez, destaca la utilización de una técnica narrativa: la presencia de
numerosas voces que llevan el hilo argumentativo de la obra, por ejemplo: la
Casa, el Árbol, la Patrona, el General, que tienen la característica de ser
denominados sin un nombre individualizador, sino de modo general, lo cual
responde a estructuras de poder. Por el contrario, los otros personajes, de más
bajo perfil, sí se encuentran personalizados: Pancha, la empleada; José Ana y
Asisclo Ruiz, mandadores; Venancio, Milciades Matarrita, el talabartero; Leonidas Alvarado, el montador; o Pedro Lara,
el precarista. Igualmente, se cita “El
Leontina”, el caballo del mandador José Ana y “El Batuque”, el perro de la
Patrona.
La
novela tiene una estructura narrativa circular: inicia y concluye con la voz de
la Casa (p. 1 y p. 107), de la Hacienda Cuipilapa (río de varios colores), en
Guanacaste. La casa se ha convertido
en un tema estelar para un análisis topológico en la narrativa. La casa
constituye una manera de representar la personalidad humana. Cada parte de ella
mantiene un paralelismo con el cuerpo: el techo es la cabeza; las puertas y los
balcones, lo sensorial; la bodega, lo inconsciente. Dicho espacio es un nucleador social. La célula de la familia se
cohesiona a partir de su existencia. La casa condiciona la actitud de los
personajes en sus diversos discursos, pues se comporta como un ombligo, un
centro de cohesión familiar.
La novela establece cronotopos. Según
Mijail Bajtin, la novela estructura relaciones entre el tiempo y el espacio en
diversos escenarios dialógicos. “Toma el espacio como
un reflejo de la estructura socio-histórico del contexto en el cual surge la
obra. Y el tiempo como un paralelismo temporal del momento de
la enunciación”.
(Bajtin 1981: 84-85).
La polifonía discursiva de esta novela
de Santiago Porras posibilita un recuento ideológico de reveladores acentos:
relaciones de poder económico y político, la hacienda ganadera, el gamonal que
tuvo cien hijos, las voces clasistas del
poder, el código patriarcal en los amoríos, la agresión física y sexual por
parte de los hombres, comportamientos machistas en las relaciones amorosas y
sumisas de las mujeres, el desplazamiento de guanacastecos a la zona bananera,
el surgimiento del precarismo, la explotación laboral contra los sabaneros, la
descripción de la flora y la fauna, la explotación aurífera de Mr. Miggs, la
logia masónica, la montadera de toros, el acoso, el despido y la persecución,
los procesos de animalización y cosificación, el golpe de estado, el miedo de
los poderosos a la educación, las dicotomía Dios y los pobres, la actuación de
las autoridades...
Las marcas textuales de esa polifonía discursiva se
localizan así: voz de la casona (p. 10 y p. 16); la Patrona (p.19); sabaneros
(p.20); el matapalo (p. 25); códigos patriarcales (p.27); procesos de
animalización (pp. 28-29); voces impersonales (p.31); prácticas contra las
mujeres (p. 34); el trabajo y el orgullo del sabanero: “herrar, arrear, amarrar, apiolar, volcar reses, curar gusanos y llamar
a la vaqueta” (p.53), descripción de la fauna (p.64); inferencia sobre los
ricos y el poder (p. 73); duelo entre el Chiricano y el Nica (p. 85);
apropiación de terrenos de la hacienda (p. 86); planeamiento del golpe de
estado (p. 90); el miedo del poder a la educación (p. 92); la dicotomía
Dios/pobres; (p. 97); los pobres, el pan y el circo (p. 98); la presencia y
organización del Partido Comunista (p. 102); el surgimiento del precarismo (p.
104); la muerte de Gil Tablada Corea (p. 104); el abandono de la casa por parte
de los precaristas (p. 106).
La novela de Santiago Porras Jiménez
estructura dos movimientos de las voces discursivas en su tiempo y espacio,
tanto el centrífugo (del centro hacia afuera), como el centrípeto (de afuera
hacia el centro). Esa condición la torna una novela con gran dinamicidad, de
entradas y salidas frecuentes, de rupturas y cambios de escenarios polifónicos
que, al mismo tiempo, dejan ver actitudes y comportamientos heterogéneos.
En la novela se habla sobre los sitios
arqueológicos de Guanacaste (pp. 11-12), de las especies madereras explotadas.
En ese sentido, la novela se centra en el
matapalo, el árbol preferido por la Patrona. Conforme avanza la obra, se
densifica su significación “inicialmente
parasitaria hasta convertirse en un ser vivo de impresionante vigor y
autonomía, merced a que cobró la vida de su involuntario y desamparado
hospedero” (p. 2).
Muy importante la introspección que
plantea La patrona al General, su marido. “Aproveché para decirle que aquel árbol era la alegoría de él: un árbol
enorme, frondoso, de raíces profundas que nació frágil, desvalido, pero que en
los brazos de su huésped mamó su savia y poco a poco, conforme se iba
fortaleciendo, lo fue aniquilando”
(p. 25).
Luego acota un cierre reflexivo muy
interesante que vehiculiza el título del texto con el contenido discursivo
simbólico: “Que viera cómo el matapalo era un árbol que hacía su
vida a costa de la vida de otro, que así había sido él, que para llegar a ser
lo que era se había aprovechado de los seres anónimos que componían el pueblo,
a todos ellos les había succionado algo para hacerse más y más rico. Que él era un matapalo múltiple, que
había necesitado de muchos árboles huésped para dar muchos abrazos fatídicos” (pp. 25-26)
En
conclusión, la casa ha tenido una función determinada en la configuración de
los procedimientos narrativos. Su estructura topológica establece una red de
relaciones tipificadas con los motivos y los acontecimientos: hospitalidad,
desconfianza, adulterio, culpabilidad, rupturas sentimentales, autoagresión,
soledad, transfiguraciones. Opera, además, como un microespacio aniquilador,
donde los seres son extraños en su propio mundo. La interrelación de los personajes es un mecanismo
dinamizador, donde la casa presenta movimientos, tanto en la direccionalidad,
centrífuga como centrípeta, lo que afirma la búsqueda de la identidad.
La oposición cerrado-abierto y luz-oscuridad son las de mayor recurrencia. El recuerdo es un motivo cohesionador, porque permite retrotraer los motivos, básicos en la visión evolutiva o involutiva de los personajes. La casa adquiere diferente valoración, dependiendo del grado del recuerdo selectivo que, por lo general, es una vuelta a la infancia, donde la casa se proyecta como un ombligo que, según Mircea Eliade, indica la creación del mundo.
La casa,
como topos, remite a la hospitalidad, la seguridad, el cobijo o el refugio,
pero, a medida que se va desarrollando la sustancia narrativa, cambia su
función. Es un sitio de convergencia, desde donde se disemina el movimiento que
dinamiza los más variados acontecimientos del texto.
En el discurso topológico de la casa, se evidencia el poder, la autoridad del hombre, quien descalifica a la mujer. La casa confiere signo de autoridad y afianza la estructura vertical del poder. La topología de la casa, en esta ocasión, corresponde a contextos geográficos rurales. Es decir, se afirma un proceso sociocultural que incorpora el campo a la identidad costarricense, como una línea del discurso integral en la narrativa de hoy.
LIC. MIGUEL FAJARDO KOREA
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