domingo, 24 de marzo de 2019

ANDRÉ CRUCHAGA EN LA MEMORIA DE LA POESÍA

Miguel Fajardo Korea (Poeta y ensayista costarricense)






Artículo

ANDRÉ CRUCHAGA
EN LA MEMORIA DE LA POESÍA




Lic. Miguel Fajardo Korea
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural de Costa Rica
minalusa-dra56@hotmail.com


André Cruchaga (El Salvador)


(Moravia, Costa Rica). El trabajo de difusión cultural de André Cruchaga (El Salvador, 1957) es excepcional.  Las páginas de sus revistas electrónicas, en especial, “Odiseo en el Erebo” están al servicio de la extensión cultural sin distingos de nacionalidades ni ideologías. 

Él se esmera, cada día por ofrecer los mejores y más exquisitos portales de la cultura y la luz intensa de la poesía.  André Cruchaga ofrece espacios de conocimiento  frescos y caminos humanos y literarios, tan vastos y reconfortantes para el espíritu. André Cruchaga ha fungido como jurado en diversos certámenes. Asimismo, ha sido distinguido con  premios literarios. Es un académico y un trabajador incansable de la cultura. Su labor humanística es digna de encomio, en un mundo abierto a la indiferencia y la incomprensión.

La poesía tiene una virtud: es un encuentro y un  desencuentro.  Las posibilidades de convergencia desde la poesía son múltiples.  En este caso, Internet fue el acercamiento; los libros, su fortaleza. Una tercera fase, será conocernos personalmente, en el momento oportuno, en alguno de nuestros países centroamericanos. Este último está pendiente, a pesar de que visité su país hace unos años.

André Cruchaga es profesor de humanidades y Ciencias de la Educación.  Ha sido académico en enseñanza media y universitaria.  Su bibliografía es extensa, con 22 libros publicados en diversos países, tales como El Salvador, México,  Estados Unidos o Cuba, entre (1992-2018). En mi biblioteca dispongo de 12 de sus libros, lo cuales ocupan un sitio especial en ella.

Entre sus títulos editados sobresalen: Alegoría de la palabra, Fantasía del agua, Fuego de la intimidad, Espejo de invierno, Memoria de Marylhurts, Enigma del tiempo, Visión de la muerte, Antigua soledad, Insomnio divagante, Viento, Césped sobre el fuego, Fugitiva luz de los espejos, Fantasía del bosque, Caminos cerrados, Enigma del tiempo, Roja vigilia, Querencia del follaje, Rumor de pájaros, Oscuridad sin fecha, Pie en tierra, Viajar de la ceniza, Cuaderno de ceniza, Sublimación de la noche,  Poeta en Barataria, Balcón del vértigo, Post-Scriptum,  Viaje póstumo,  Lejanía, Vía libre, Cielorraso, Calles, Ars moriendi,  y Motel.

Su obra poética ha sido parcialmente traducida a doce idiomas, entre ellos: inglés por Grace Castro; francés por Dànielle Trottier y Valérie St-Germain; vasco por Miren Eukene Lizeaga; griego por Lia Karavia; holandés por Michel Krott;  rumano por Liliana Popescu y Elisabeta Botan; catalán por Pere Bessó, quien ha difundido, grandemente, la obra del bardo salvadoreño. Varios de sus poemarios son ediciones bilingües, lo cual amplía su circuito de lectura a otras posibilidades y espacios lingüísticos.   

         En la poesía de Cruchaga existe un dossier de antifaces, aunque al hablar de la vida no se debe temer a los fantasmas, sin embargo, las hormigas se mueren al ver los espejos.  La vida nocturnal es un horizonte de soledad, verjas y sombras en la luna.  Es decir, en el mapa lírico de Cruchaga campea  una honda preocupación  por la nostalgia de los espejos, lo inanimado es una respuesta donde “El silencio nos arroja rostros reales”.

         El ánimo del cansancio es un desgarramiento en el espacio corporal.  Mares y noches, bocanadas y desgarramientos. Sus preocupaciones estelares son el silencio que habla y ve, porque “Nos toca morir en un país de gritos”.  Es el grito humano como un vector semiótico de repercusiones en el atardecer de la sonrisa, en el círculo cabalístico, o bien, en las tumbas hambrientas.

         La ubicuidad es otro de los rasgos de este mapa lírico  “Uno se da cuenta de que ya no se es de aquí ni de allá”·  La mirada se comporta, entonces, como uno de los signos del futuro en el ayer, es decir, siempre. “Un corazón donde latía el río” es una imagen plurisignificativa de hondo arraigo expresivo, en el trópico del oleaje, en la hierbabuena del tiempo.

         Existe un acendrado espíritu de búsqueda por los desaparecidos, por sus olvidos “Tan atroces como hablar con las sombras”.  Dice Benedetti que “el olvido está lleno de memoria” y, en esa dimensión, el autor salvadoreño expresa “La tempestad de la ciudad y sus desaparecidos”.  El tópico central de la ciudad, con todos sus contornos y expresiones desangeladas. “Este país fue hecho prohibido para el olvido”, es un verso contundente, restallante.  Es una incisiva reflexión para todos.

         Ironiza cuando aduce “Sé que la vida, de vez en cuando, es un manicomio”.  La vida, el mundo mismo se comportan de esa manera.  Los actos coyunturales son problemáticos, hoy.  A veces, “La vida es un viaje a cero”.  En otro momento discursivo remarca “Me duele saber que la vida encarna oscuridades”, a pesar de ello, “Su sombra es mi ser.  Mi compañía.  El centro de mí”.  Es decir, la fuerza humana es un sujeto activo en este mapa lírico.  Esa condición actancial le permite decir “Un segundo en un vaso es la vida”.

         Pie en Tierra incursiona en un dualismo de entrada “Contemplar es vivir.  Vivir es despertar”.  Es como si el río de las irrealidades sujetaran al poeta y le indicaran otras rutas, aunque “De nada sirve abrir los ojos: todo es sombra”.  Y en esa vastedad de la sombra distinta “La noche tiene un solo ojo ciego”.  La ceguedad del mundo es asombrosa.  Tenemos tanta capacidad  para destruir, que se debe “Descubrir los pasos desgastados en los espejos”.

         Los textos de este poemario de Cruchaga son más extensos, como si quisieran expresarnos todo su dolor, su angustia existencial ante los avatares del mundo, ante los quehaceres de las fronteras, aunque “Nada es posible con ellos para que no se pudran las palabras”.

         El sujeto lírico aboga por los desaparecidos “Luego sobrevienen los exterminios selectivos”.  Las estadísticas planetarias, en ese sentido, son  apabullantes.  Uno se queda incrédulo ante tanta barbarie y eso que estamos en el siglo XXI “Solo me queda esperar noticias / Y asumir la culpa / Y recoger el espejo de mí mismo en pedazos”.  Los poetas no renunciaremos a seguir denunciando ese Apocalipsis.

         “Ahora nadie ve y nadie ha visto” (…) “Comiéndose la vida”.  El dolor como comida es un signo devorador “Por mucho tiempo a los vivos nos come el luto”.  Sus doloridos acentos singularizan una especie de esquema recolectivo de la angustia y los traumas humanos más evidentes, porque “Vivir aquí es una aventura de la sed”.

         En el universo poético de André Cruchaga “Jamás regresaremos al mismo sitio / de donde partimos”, porque “Todos no somos los mismos”.  En ese encontrarse y desencontrarse que es la vida, la voz de Cruchaga es un resquicio para reflexionar sobre la condición vital “Por eso la mayor fatalidad es estar vivo, seguir vivo”.  Las herencias le preocupan al poeta “Partir dejando a otros, espectros de sí mismo”.

         Seguidamente, ofreceré un selecto corpus de versos relevantes de siete de sus libros, publicados entre (2014-2018), para plantear un comentario integral sobre la calidad literaria en la poesía del salvadoreño André Cruchaga, gran y solidario poeta centroamericano.

         De Postscriptum (2014) selecciono versos ineludibles: “Ya solo es memoria el camino andado”, “recomenzar el camino del universo”, “Nunca ha sido fácil tener ojos para tanto mundo”, “el futuro es solo una calle sin ojos”, “Mi memoria es otra cruz semejante a los candiles oscuros de la sed”.

         De Viaje póstumo (2015) muestro el siguiente corpus: “el aliento es el tiempo póstumo de mi mundo”,  “diles que no es pecado el mar en la boca: todo tu mar”, “Quemamos los barcos descreyendo del horizonte”, “Se ha hecho memoria la voz del mar”, “el poema, después de todo, se escribe en las páginas de sangre”.

         De Lejanía (2015): “Cada minuto cuenta para el arcoíris de la sombra”, “Desnudarte, después de todo, quizá sea  la forma de vestir mi rebeldía”, “Las calles siempre tienen la tentación de hablarme: existen”,  “Al final del día, queda el libro sobre la mesa y el fogón ardiendo en secreto”, “¿En qué pedazo de tierra vive el futuro?”, “Ahora libre aunque nade siempre contracorriente”, “el semen como un labio sin sed en medio del hambre”.

         De Vía libre (2016): “Hoy es un día sin sobornos”, “Nunca la agonía deja de ser relámpago o piedra”, “La memoria es una sombra que nos quema la respiración”, “¿Cuántas ausencias hay que escribir para encontrar la memoria?”, “en cada poema me atrevo a tocar el infinito”, “Nunca ha sido fácil tener ojos para tanto mundo”.

         De Calles (2017): “Cuando hablo de laberintos me refiero a ese viaje de flechas de todos los días”, “La vigilia me hace contar los días sin quitar la vista de las llaves”, “La palabra, ese hallazgo definitivo del horizonte”, “¿En qué momento cambió el universo de la alegría por las húmedas plegarias del sollozo, o los funerales?”, “Aunque todo sea transitorio, la tempestad renueva los aullidos”, “Al final, solo me queda el camino de la memoria o del olvido”, “Es inútil la libertad cuando callas o ya has pasado a otra vida”.

         De Ars Moriendi (2018): “Cuando el tren me regrese a casa, habrán escapado las ventanas”, “la piedra sigue ahí, en todas las formas posibles de los puntos”, “Camino alrededor de mi sombra. Oscuras palabras”, “En este lugar quiero morir desnudo como mi país”, “El azadón de la fe no absorbe al enemigo”, “Nada tiene sentido cuando la edad se ha convertido en un vestigio”, “Siempre ha sido difícil ver las palabras en medio de las ruinas”, “Uno nunca sabe hasta dónde es posible arar con las palabras”, “Ahora es la incertidumbre la única certeza para abrir las puertas”, “Con toda esta edad incesante de las palabras, escribo el poema”.

         De Motel (2018), que es un texto de prosa poética, prosema, citamos: “La herida en ráfagas derrama sus augurios”, “La magia del espejo nos vuelve criaturas diferentes”, “¿Quién puede negar los múltiples rostros del poema?”, “Siempre el candelero nos sorprende con su luz a media asta”, “Después de todo, abierto el resplandor se hace poema”, “Toda la marea de las aguas  empieza a ser sonambulismo”, “Solo recuerdo la desnudez ciega que nos mira en la memoria y el vacío a oscuras como la habitación que dejamos”, “Hay algo que siempre está en la conciencia y que no se puede nombrar”.

         Cuando se lee de manera morosa la poesía de André Cruchaga, advertimos una extraordinaria capacidad para construir imágenes, a partir de elementos cotidianos, materiales o abstractos. La inclusión de elementos simbólicos es notable, pues con base en ellos, elabora versos de una señalada calidad y méritos poéticos.

         En su mundo lírico, se advierte una marcada recurrencia a poetizar sobre el olvido, la memoria, el universo, la sed, el mar, el tiempo, la poesía, el infinito, su país, las palabras o, el horizonte, por citar algunos ejes temáticos caracterizadores de su poética.

         En su poesía, el símbolo es uno de los recursos más utilizados dentro del sistema de significados poéticos. Asimismo, hace gala de un manejo pleno de las figuras retóricas como procedimientos que forman parte del valor estético de la creación literaria.

         Entre sus lecturas se advierte una fortaleza en su concepción cosmovisionaria.  Puede observarse en ellas, epígrafes testimoniales de figuras tan relevantes como Antonio Gamoneda, Pablo Neruda, Andrés Sabella, Eduard Jaguer Roque Dalton, Manuel Altolaguirre, Luis Cardoza y Aragón, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Juan Antonio Massone, César Vallejo, Bertolt Brecht, Pablo Picasso, Walt Whitman, Juan Ramón Jiménez, Dylan Thomas, Aldo Pellegrini, Fayad Jamis, Joan Brossa, André Breton, o Braulio Arenas.

         Al dar cuenta de la alta productividad poética del poeta salvadoreño André Cruchaga, nos regocijamos en disponer de una docena de sus libros en nuestra biblioteca personal costarricense, pues, de esa manera, releemos sus libros y nos acercamos a su acento creativo de gran capacidad poética y de construcciones novedosas que nos ponen a reflexionar acerca del verdadero oficio de un creador holístico como André.

Desde Costa Rica, saludamos a André Cruchaga, un insigne trabajador, y difusor de la poesía sin  latitudes ni banderías, pues él sabe, y muy bien, que cada creador realiza su mejor esfuerzo por ser honesto y transparente, desde su universo creativo, en aras de  alcanzar un mejoramiento, en favor de las mayorías menos favorecidas del mundo.


LIC. MIGUEL FAJARDO KOREA

Centro Literario de Guanacaste, Costa Rica
(24 de marzo del 2019)

viernes, 1 de marzo de 2019

SANTIAGO PORRAS: POLIFONÍA DE LAS REVELACIONES

Santiago Porras






SANTIAGO PORRAS:
POLIFONÍA DE LAS REVELACIONES




Lic. Miguel Fajardo Korea
minalusa-dra56@hotmail.com
Premio Nacional de Promoción y Difusión Cultural






            (Moravia).- Santiago Porras Jiménez nació el 25 de julio de 1951, en Las Juntas de Abangares. Posee un gran bagaje académico, a saber: Agrónomo de Escuela Agrícola Panamericana -El Zamorano, Honduras-; Ingeniero Agrónomo en Producción, Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (México); Maestría en Valuación, impartida por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), mediante convenio con la Uned.

         Su experiencia profesional incluye, entre otros cargos: Gerente de Ingeniería y Valuación del Banco de Costa Rica. Miembro de la Comisión de Avalúos del Colegio de Ingenieros Agrónomos. Miembro de la Comisión de Capacitación Profesional del Colegio de Ingenieros Agrónomos. Miembro de la Comisión Interbancaria de Avíos. Miembro de la Junta Directiva del Fondo Nacional de Financiamiento Forestal (FONAFIFO). Miembro de la Junta Directiva de la Editorial Costa Rica. Coordinador del Consejo Asesor del Colegio de Costa Rica, Ministerio de Cultura y Juventud. Presidente de la Asociación de Profesionales del Banco de Costa Rica. Fiscal de la Asociación Solidarista del Banco de Costa Rica. Presidente de la Asociación Instituto Costarricense de Valuación (ICOVAL).

         En su experiencia docente, ha impartido charlas sobre temas relacionados con la Valuación en el Banco de Costa Rica, el Instituto Tecnológico de Costa Rica, el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), el Colegio de Ingenieros Agrónomos, el Colegio de Arquitectos, el Colegio de Ingenieros Civiles de Costa Rica;  en la Universidad, El Zamorano y el Colegio de Ingenieros Civiles de Honduras. Ha tenido la oportunidad de viajar a diversos países, donde participó en cursos y congresos, tales como Israel, Chile, Perú o Argentina.

         Ha publicado numerosos artículos sobre valuación, en diversos medios de prensa escrita. Su tesis de Maestría se intitula: Determinación de la utilidad del empleo de modelos de regresión múltiple para estimar el porcentaje del monto original del crédito que no se recupera al vender un bien adjudicado en el Banco de Costa Rica”.

         En el ámbito literario, ha publicado siete libros -cuatro cuentarios, dos novelas y un libro de historias-, a saber: Cuentos de ayer, de hoy y de nunca (1993 y 2003); Cuentos guanacasticos (1997, 2003 y 2012); El regreso es parte del viaje (2002 y 2008); Allá en el Zamorano (2006); Avancari (2012 y 2018); La sombra decapitada (2017) y Abrazos de matapalo (2018). Cuatro de sus libros alcanzan segundas ediciones, lo cual es muy valioso.

         Sus artículos se han publicado en diversos medios  de prensa: La Nación, La República, La Prensa Libre, Ojo y El Financiero. Colabora con la Revista Nacional de Cultura y la revista electrónica Literofilia, así como con “Compartiendo la palabra”, Radio UCR, Canal 36 y “La tribuna del pueblo”, en radio Cultural Tilarán. Cuentos suyos han aparecido en las revistas culturales: El Candil, Graffiti Internacional, Fronteras, Revista Nacional de Cultura y Turí-Guá. Hemos compartido en diferentes actividades de gestión y difusión cultural, desde hace varios lustros.

         Ahora abordaré su más reciente novela Abrazos de matapalo (San José: Euned, 2018: 107), con acertadísimo criterio técnico en la contracubierta del escritor Guillermo Fernández. En esta novela de Porras Jiménez, destaca la utilización de una técnica narrativa: la presencia de numerosas voces que llevan el hilo argumentativo de la obra, por ejemplo: la Casa, el Árbol, la Patrona, el General, que tienen la característica de ser denominados sin un nombre individualizador, sino de modo general, lo cual responde a estructuras de poder. Por el contrario, los otros personajes, de más bajo perfil, sí se encuentran personalizados: Pancha, la empleada; José Ana y Asisclo Ruiz, mandadores; Venancio, Milciades Matarrita, el talabartero;  Leonidas Alvarado, el montador; o Pedro Lara, el precarista. Igualmente,  se cita “El Leontina”, el caballo del mandador José Ana y “El Batuque”, el perro de la Patrona.

         La novela tiene una estructura narrativa circular: inicia y concluye con la voz de la Casa (p. 1 y p. 107), de la Hacienda Cuipilapa (río de varios colores), en Guanacaste.  La casa se ha convertido en  un tema estelar para un análisis topológico en la narrativa. La casa constituye una manera de representar la personalidad humana. Cada parte de ella mantiene un paralelismo con el cuerpo: el techo es la cabeza; las puertas y los balcones, lo sensorial; la bodega, lo inconsciente. Dicho espacio es un nucleador social. La célula de la familia se cohesiona a partir de su existencia. La casa condiciona la actitud de los personajes en sus diversos discursos, pues se comporta como un ombligo, un centro de cohesión familiar.

         La novela establece cronotopos. Según Mijail Bajtin, la novela estructura relaciones entre el tiempo y el espacio en diversos escenarios dialógicos. Toma el espacio como un reflejo de la estructura socio-histórico del contexto en el cual surge la obra. Y el tiempo como un paralelismo temporal del momento de la enunciación”. (Bajtin 1981: 84-85).
        
         La polifonía discursiva de esta novela de Santiago Porras posibilita un recuento ideológico de reveladores acentos: relaciones de poder económico y político, la hacienda ganadera, el gamonal que tuvo cien hijos,  las voces clasistas del poder, el código patriarcal en los amoríos, la agresión física y sexual por parte de los hombres, comportamientos machistas en las relaciones amorosas y sumisas de las mujeres, el desplazamiento de guanacastecos a la zona bananera, el surgimiento del precarismo, la explotación laboral contra los sabaneros, la descripción de la flora y la fauna, la explotación aurífera de Mr. Miggs, la logia masónica, la montadera de toros, el acoso, el despido y la persecución, los procesos de animalización y cosificación, el golpe de estado, el miedo de los poderosos a la educación, las dicotomía Dios y los pobres, la actuación de las autoridades...

         Las  marcas  textuales de esa polifonía discursiva se localizan así: voz de la casona (p. 10 y p. 16); la Patrona (p.19); sabaneros (p.20); el matapalo (p. 25); códigos patriarcales (p.27); procesos de animalización (pp. 28-29); voces impersonales (p.31); prácticas contra las mujeres (p. 34); el trabajo y el orgullo del sabanero: “herrar, arrear, amarrar, apiolar, volcar reses, curar gusanos y llamar a la vaqueta” (p.53), descripción de la fauna (p.64); inferencia sobre los ricos y el poder (p. 73); duelo entre el Chiricano y el Nica (p. 85); apropiación de terrenos de la hacienda (p. 86); planeamiento del golpe de estado (p. 90); el miedo del poder a la educación (p. 92); la dicotomía Dios/pobres; (p. 97); los pobres, el pan y el circo (p. 98); la presencia y organización del Partido Comunista (p. 102); el surgimiento del precarismo (p. 104); la muerte de Gil Tablada Corea (p. 104); el abandono de la casa por parte de los precaristas (p. 106).
         La novela de Santiago Porras Jiménez estructura dos movimientos de las voces discursivas en su tiempo y espacio, tanto el centrífugo (del centro hacia afuera), como el centrípeto (de afuera hacia el centro). Esa condición la torna una novela con gran dinamicidad, de entradas y salidas frecuentes, de rupturas y cambios de escenarios polifónicos que, al mismo tiempo, dejan ver actitudes y comportamientos heterogéneos.

         En la novela se habla sobre los sitios arqueológicos de Guanacaste (pp. 11-12), de las especies madereras explotadas. En ese sentido, la novela se centra en el matapalo, el árbol preferido por la Patrona. Conforme avanza la obra, se densifica su significación “inicialmente parasitaria hasta convertirse en un ser vivo de impresionante vigor y autonomía, merced a que cobró la vida de su involuntario y desamparado hospedero” (p. 2).

         Muy importante la introspección que plantea La patrona  al General,  su marido. “Aproveché para decirle que aquel árbol era la alegoría de él: un árbol enorme, frondoso, de raíces profundas que nació frágil, desvalido, pero que en los brazos de su huésped mamó su savia y poco a poco, conforme se iba fortaleciendo, lo fue aniquilando”  (p. 25).

         Luego acota un cierre reflexivo muy interesante que vehiculiza el título del texto con el contenido discursivo simbólico: “Que viera  cómo el matapalo era un árbol que hacía su vida a costa de la vida de otro, que así había sido él, que para llegar a ser lo que era se había aprovechado de los seres anónimos que componían el pueblo, a todos ellos les había succionado algo para hacerse más y más rico. Que él era un matapalo múltiple, que había necesitado de muchos árboles huésped para dar muchos abrazos fatídicos” (pp. 25-26)

           En conclusión, la casa ha tenido una función determinada en la configuración de los procedimientos narrativos. Su estructura topológica establece una red de relaciones tipificadas con los motivos y los acontecimientos: hospitalidad, desconfianza, adulterio, culpabilidad, rupturas sentimentales, autoagresión, soledad, transfiguraciones. Opera, además, como un microespacio aniquilador, donde los seres son extraños en su propio mundo. La interrelación de los personajes es un mecanismo dinamizador, donde la casa presenta movimientos, tanto en la direccionalidad, centrífuga como centrípeta, lo que afirma la búsqueda de la identidad.

           La oposición cerrado-abierto y luz-oscuridad son las de mayor recurrencia.
 El recuerdo es un motivo cohesionador, porque permite retrotraer los motivos, básicos en la visión evolutiva o involutiva de los personajes. La casa adquiere diferente valoración, dependiendo del grado del recuerdo selectivo que, por lo general, es una vuelta a la infancia, donde la casa se proyecta como un ombligo que, según Mircea Eliade, indica la creación del mundo.

         La casa, como topos, remite a la hospitalidad, la seguridad, el cobijo o el refugio, pero, a medida que se va desarrollando la sustancia narrativa, cambia su función. Es un sitio de convergencia, desde donde se disemina el movimiento que dinamiza los más variados acontecimientos del texto.

          En el discurso topológico de la casa, se evidencia el poder, la autoridad del hombre, quien descalifica a la mujer. La casa  confiere signo de autoridad y afianza la estructura vertical del poder. La topología de la casa, en esta ocasión, corresponde a contextos geográficos rurales. Es decir, se afirma  un proceso sociocultural que incorpora el campo a la identidad costarricense, como una línea del discurso integral en la narrativa de hoy.


LIC. MIGUEL FAJARDO KOREA