Don Francisco de Quevedo
ENTREVISTA
EL QUEVEDO MÁS MORDAZ, REIVINDICADO
por Ricardo Llopesa
Alberto
Gordo
La editorial Visor, de Madrid, publica, en edición a
cargo de Ricardo Llopesa, una veintena de poemas de Francisco de Quevedo que no
se reunían desde 1873. Se trata de sonetos de contenido erótico y satírico que,
al no constar en las Obras Completas del escritor, resultan desconocidos para
el público.
-Quisiera que
me aclarara un punto. Hace mención en el prólogo a las vicisitudes que
vivieron, en cuestión de ediciones, las poesías picarescas de Quevedo. Entiendo
que dice que hay 21 sonetos que se podrían considerar desconocidos para el
público en español, ¿es así?
Una de las
facetas más conocidas de la poesía de Quevedo es la satírica, pero también la
menos comprendida en los ámbitos académicos, por considerarla al margen de los
principios morales. El hecho de que en España se haya dado esta poesía, en el
seno de una sociedad abatida por la Inquisición, demuestra la enorme
personalidad que se aparta del canon establecido por la ortodoxia para decir lo
innombrable, lo prohibido. Quevedo fue el primer poeta español en retar al
poder. Por sus ideas de libertad padeció las mayores penurias siendo un señor
de la corte. En 1635, uno de sus mayores enemigos, Juan Pérez de Montalván,
ocultándose bajo el seudónimo de Licenciado Franco-Furt, publicó: El
tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de D. Francisco de
Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías,
bachiller en suciedades, catedrático en vicios, y proto-diablo entre los
hombres. En 1639 fue hecho prisionero y conducido desnudo y a pie, en pleno
invierno, de Madrid a León, donde cumplió condena de dos años en el convento de
San Marcos.
Un poeta escribe el libro de su propia
vida, y Quevedo, con esta vida, sólo podía escribir la pasión de vivir. La suya
fue una poesía incómoda en su tiempo y hoy en día. Por menos, el modernismo fue
condenado de inmoral en la encíclica Pascendi, en 1907, proclamada por el papa
Pío X.
Los 21 sonetos desconocidos fueron
publicados en un pequeño libro, titulado Poesías picarescas inéditas,
una edición anónima por su contenido, publicada en 1873, con poemas tomados de
varios archivos que se encuentran en la Biblioteca Nacional, y no fueron
registrados por el profesor José Manuel Blecua en su obra de Quevedo.
-En el mismo
sentido, entonces, ¿era, por tanto, esta edición de la poesía de Quevedo
necesaria para ampliar su obra conocida?
Todo gran poeta
debe estar en constante propuesta. Quevedo es un nombre popular, el más popular
entre los poetas españoles, pero un poeta silenciado, poco estudiado o
estudiado superficialmente, al que conocemos mal. Esta edición es una propuesta
que quiere llegar al lector normal con el mesaje de que Quevedo es el poeta
clásico, de nuestro glorioso Siglo de Oro, al que debemos leer. Su mensaje
refleja la realidad de su tiempo, entre la opulencia y la miseria, que es el
mejor legado de un poeta.
En cuando a las poesías desconocidas,
que por desconocidas al gran público pueden llamarse inéditas, esta edición es
una ampliación de su obra conocida, por hacer una nueva propuesta. Queda en
manos de los lectores y los investigadores de hoy o de mañana hacer las
oportunas investigaciones y estudios. Quevedo sigue siendo el poeta más polémico
de nuestra lengua, precisamente por la promiscuidad que se le atrubuye.
-Dice en el prólogo
que Quevedo está por encima de Lope y Góngora. ¿A qué se refiere exactamente?
¿A su vigencia? ¿Cuáles cree que son, a su juicio, las características que lo
sitúan por encima?
Lope y Góngora
fueron dos genios. Lope fue el superlativo de la abundancia y Góngora de la
concreción. Quevedo, con más modestia, fue el genio que supo captar la otra
cara de la hipocresía. Su poesía picaresca dibuja lo que había detrás de la
corte, el convento y la sociedad. Supo captar la realidad de su época y dejar
un testimonio social. Su genio destaca por haber incorporado a la poesía el
lenguaje de jerigonza que hablaron los capos mafiosos. Ni Lope ni
Góngora formularon una propuesta que llegaría a desarrollarse en nuestro siglo.
Sus jácaras o jacarandinas son modelo de lengua de germanía. Jorge Luis Borges
elogia este rasgo de universalidad con las siguientes palabras: “Nadie como él
ha recorrido el imperio de la lengua española y con igual decoro ha parado en
sus chozas y en sus alcázares. Todas las voces del castellano son suya y él, en
mirándolas, ha sabido sentirlas y recrearlas ya para siempre. Nien le conocen
las más apuestas y apartadas provincias de nuestro castellano, siendo igualmente
sentencioso su gesto en la latinidad de Marco Bruto como en la jerigonza
soez de las jácaras, barro sutil y quebradizo que sólo un alfarero milagroso
pudo amasar en vasija de eternidad”.
Entonces, estamos frente a un poeta
vivo, vigente en la actualidad por su incursión a través del lenguaje coloquial
de su época, la jerigonza, cuyo legado debemos considerar y renovar en nuestra
poesía.
-¿Cuál
cree que es el legado de Quevedo en la poesía española?
El recuerdo. Su
poesía inmortal que no hemos sabido explorar, porque el destino de su poesía ha
sido manipulado intelectualmente para limpiar de contaminación pecaminosa el
pensamiento de la sociedad española. Desgraciadamente, Quevedo es más actual en
América, que en España, donde todavía están vivas las teorías de los siglos
anteriores, como la búsqueda de la libertad o la denuncia. Pero su lección es
única en la lengua española.
-¿Cree que este tipo
de poesías han tenido dificultades para ser publicadas por su tono y temática
mordaz u obsceno?
Habría que
decir como el Quijote a Sancho: “Con la iglesia hemos topado”. En España
perdimos el hilo de la tradición licenciosa. Desde su origen el Santo Tribunal
procesó a aquellas personas por poseer el Ars amandi, de Ovidio. En la
España del siglo XVIII fue abundante la poesía erótica.
Por supuesto. Chus Visor ha sido un
valiente. La censura aprieta tornillos desde Menéndez Pelayo, hasta el punto de
haber desaparecido la sensibilidad erótica, una de las fuentes de mayor riqueza
para la juventud literaria. Los escritores y escritoras españoles temen abordar
estos temas y el resultado es una obra de títeres, falta de vida erótica.
-En el prólogo dice
que las poesías picarescas de Quevedo surgen en un tiempo de “mayor
libertad moral y sexual que los siglos posteriores, incluido el nuestro”. ¿No
suena a contradicción, teniendo en cuenta que hablamos de plena Contrarreforma?
¿Qué clima moral propicia estas poesías picarescas?
Vivir
los tiempos de la Contrarreforma tiene que haber sido muy duro para un poeta heterodoxo
y disidente como Quevedo. Fueron los tiempos en que la moral empezó a frenar
con severidad los ímpetus sexuales, que fueron más frugales que los siglos
venideros, atenazados por la imposición moral. Si algo bueno heredamos de la
cultura judeo-cristiana fue el deseo, el morbo por lo prohibido, lo que se nos
ha anulado a base de depurarnos, primero de pecados; más tarde, a base de moral
contra lo que creemos inmoral.
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