En el presente blog puede leer poemas selectos, extraídos de la Antología Mundial de Poesía que publica Arte Poética- Rostros y versos, Fundada por André Cruchaga. También puede leer reseñas, ensayos, entrevistas, teatro. Puede ingresar, para ampliar su lectura a ARTE POÉTICA-ROSTROS Y VERSOS.



lunes, 30 de noviembre de 2009

Tres poemas de Alberto Destéphen

Alberto Destéphen, Honduras











La Puerta








Entro…
la nostalgia baja de la madera,
la puerta tiene aroma;
polilla de nombres,
residuos que tocan mi corazón.
Letrero de “STOP”,
tedio de las calles
de los mismos nombres de las cosas.

Silencio entre ella y yo,
entre su mirada y mi soledad
Salgo…
siento el golpe de la cerradura
apretada a su pecho.
Llora mi ausencia
descubriendo
mi rostro en el espejo.

Del libro “palabras con tierra” ”, Alberto Destéphen (Honduras)










San Buenaventura








Detenido el reloj,
el cansancio de la iglesia
golpea
la campana del cerebro.

Como llanto de estrella
hacia el rojo,
las calles se esconden.
La luna somnolienta
languidece
en las perspectivas de las esquinas.

Las casas tiemblan
con ventanas
de ojos cerrados.
Las adolescentes,
con la luz dormida en su pecho,
lloran con olor a flores blancas.

Del libro “palabras con tierra” ”, Alberto Destéphen (Honduras)











Sacerdocio Nocturno








Cruces de dolor en mi pecho,
lucha de pasiones.
Tengo noches de lujuriosos declives
en las que sepulto mis penas.

No he de contener
la soberbia de mi tristeza.
Veo la claridad que se escapa
y mi furia de candado cerrado
abre cráteres solitarios.

Cabalgo en los horizontes de las sombras,
de mi espalda cuelgan las serpientes
de las que aprendo sin miedo.
Estas son noches frías y tenebrosas
y hago de la nostalgia
un sacerdocio nocturno.

Del libro “Raíces nocturnas” ”, Alberto Destéphen (Honduras)

domingo, 29 de noviembre de 2009

Dos poemas de Héctor Hernández Montecinos

Héctor Hernández Montecinos, Chile









DECLAMAR






Ni mujer ni hombre
me siento doblegado a la ternura de ella
y a la virilidad de él
en medio de ambos escribo
enamorado de la complicidad y el camarada
con el cual bajo la noche
tintineamos los huesos junto a los pájaros
que ponen trampas al deseo y la hendidura

En este sentido el Amor va más allá de lo físico
pero más acá del placer
y quizá sea una sola cosa con la amistad y el arte
es decir el amor a veces calienta
en especial cuando comienza o se sabe que va a terminar
ya no sé cuánto confío en él
porque exige propiedad capitalista
y el mercado lo ha convertido en un corazón pintado de rosa
la Amistad es mejor
nadie se da cuenta como llega a excitarse
con ciertos gestos o palabras
en una playa una fiesta o una fría sala
además todo queda como un pacto de amigo
y nadie se hace mayor problema
por último
en el Arte
uno puede ser un monstruo
y siempre habrá alguien que le gustó lo que escribes
y quiere quedarse contigo
nunca faltan los flaquitos tiernos
o lo que para Alan son las gorditas agradecidas

La poesía tiene su público
y los que se lamentan son cobardes
o están deslumbrados con el éxito
todos escribimos desde la necesidad y el hecho de estar solos
y cuando alguien se calienta con eso
se rompe el círculo vicioso y al frote

Nada más exquisito hay que después de una lectura
se acerque un chico a hablar cualquier cosa de la poesía
y terminar con él en el horizonte de la habitación
donde fueron escritos esos poemas que tanto le gustaron
al amanecer se irá y el uno podrá dormir un rato
pero al despertar los ojos llenos de lágrimas
pues en ellas están todas las ganas
de irse con ese muchacho
pero nunca es así

Un poema dura una sola noche
nada más
un libro puede ayudar para que él
no olvide tu nombre
porque casi siempre regresan donde sus hermanas carnívoras
a desentenderse del oficio de la literatura
y todo lo que ha significado
el culo blanco que es el libro mismo
el beso de los testículos
y la Vía Láctea

Las palabras suelen quitarle muerte a las cosas
a la vida misma
y nada tiene que ver con la propiedad
pues no son de nadie pero tampoco son mías
así como el río o las nubes
entran en el mar o a la noche
uno quisiera morirse dentro de alguien
siguiendo las señales del camino
que apuran o reducen la velocidad
para perderse en lo profundo de una piel
más suave que una pluma
que lleva donde uno no sabe
que también puede irse
Escribir
entones
es más que unas íntimas preguntas
o un montón de pajas mentales
tiene que ver con convertirlo a uno en primo de sus lectores
y hermano con el que de ellos te acuestas
la poesía invierte los papeles
y perder significa perderse con alguien
emocionado y dispuesto
a amarlo solo una noche pero necesitarlo al día siguiente
porque los cuerpos se quedan en uno
y al escribir todo se aleja
con las ganas no cumplidas de que los poemas
entren en la boca y no vuelvan a salir








EL FIN DEL TIEMPO







Escribo cada palabra como si fuera un oráculo
una predicción para el Libro de los Muertos
o para un capítulo de la Biblia
que no hable de asesinatos e idolatría
de algún modo el Laberinto es también
un libro cuya entrada es la misma salida
y descifrar su secreto es quedarse a vivir allí
como si se tratase del cuerpo del amado
antes de matarlo con el filo de una mirada
y no arrepentirse

Leer ahora a Homero por ejemplo
es ver una película que nunca se acabe
ciudades vueltas polvo y ceniza
amores y sus criminales coitos
miedo y dolor pues
todo mito es un lugar común el día de hoy
y los lugares comunes son una forma de hablar
de la muerte pero sin nombrarla
por eso todo cementerio es un libro y un laberinto
tal como lo es el océano el cielo
y el cuerpo hermoso del amigo antes de la traición
que significa enamorarse
pues allí ya no hay nada más que las ganas de
morirse juntos
como si acaso ese efímero adversario no fuera más que uno mismo

Beberé todo el día y al anochecer
saldré a cambiar los poemas escritos por botellas de cerveza
que también quedarán inéditas porque ya no las recordaré
se esfumarán como un espejismo
en un baño húmedo y sucio
donde un muchacho te guiñará un ojo
y no querrá saber nunca cuál es tu nombre
más tarde las estrellas veremos por última vez
y habrá que seguir olvidando

Los poemas desean al cuerpo de su arte
necesitan esta vida
que se escapa sorbo a sorbo
noche a noche incontables
y más allá de estos instantes que no volverán
se presiente el fin
como un recuerdo para después de mi tiempo
este poema

sábado, 28 de noviembre de 2009

Dos poemas de Hilda Henríquez de Flores

Hilda Henríquez de Flores, El Salvador








LA NUEVA LUZ




Mi vida se volvió nueva y ahora
Una inefable luz en mi reposa,
Mi pulso de armonía se colora
Un renacer alado en mí rebosa.

Una infinita voz he descubierto
Palpitando en la estrella que lejana
Revela el encantado eco de un huerto
Cuyo acento es palabra y filigrana.

Como si el alma me sonríe siento,
Cuando la voz inmensa de las cosas
Me habla con el lenguaje de las rosas.

Éste bien de los cielos que presiento
De la poesía es numen sublime,
Ahora anida en mi alma y me redime.









LA MUERTE DEL ARCO IRIS






Un manto de carbono insostenible
Abraza a la ciudad con saña
Implorando al cristal, los árboles se mueren
Y se llevan del agua los misterios.
En las calles se asfixia la sonrisa de los niños.
El trajín aleve del metal,
Ondeando su fiebre cotidiana
Me asedia y me doblega.
Frente a mi ventana
La muerte del arco iris se desnuda
Coronada por pálidos celajes
Y un réquiem de nostalgia ensombrecido.
Para recrear el principio de la vida
Invoco un cáliz de palabra y tiempo,
Busco la puerta de signos y presagios,
Develo el fuego de rosas y raíces.

viernes, 27 de noviembre de 2009

La novela de Jesús de Yván Silén o el oír “rayando los papiros”-Por Félix Córdova Iturregui

Félix Córdova Iturregui, Puerto Rico









La novela de Jesús de Yván Siléno el oír “rayando los papiros”
Editorial Tiempo Nuevo, 2009
Por Félix Córdova Iturregui

Lázaro lleva más de tres días muerto cuando Jesús llega a la casa de Marta y María. Marta, hermana de Lázaro, dominada por la ansiedad le señala a Jesús que si él hubiese estado presente, la muerte no hubiese ocurrido. Cuando Jesús afirma que Dios siempre ha estado allí y nunca ha faltado, Marta le contesta con unas palabras muy reveladoras: “El tiempo de Dios es otro tiempo y no lo podemos entender. Pero tu tiempo se parece a nuestro tiempo.”(139) Poco antes, Jesús le ha dicho que “la muerte es más terrible que César y que ésta obedece a Dios”. Habría que reflexionar sobre la afirmación de Jesús: la muerte le obedece a Dios, pero representa una experiencia que está fuera de Dios hasta el momento de la encarnación de Jesús. Marta no puede entender el tiempo de Dios, pero sabe que el tiempo de Jesús se parece al nuestro. Es un tiempo que camina hacia la muerte. En la ambivalencia inevitable de Jesús se anuda lo limitado con lo ilimitado, lo corpóreo en su mortalidad como espacio que requiere la narración, y lo divino en su eternidad que disuelve en su simultaneidad la posibilidad narrativa. La vida de Jesús es narrable porque vive en un tiempo que se parece al nuestro, pero no puede ser narrada por el propio Jesús porque él participa también del “tiempo de Dios”, como le llama Marta.
La novela de Jesús, por esta razón, enfrenta al lector con una experiencia que lo coloca en los límites de la escritura. Si el tiempo de Jesús se parece al nuestro, es porque no es del todo como el nuestro. Continuamente la experiencia de la temporalidad se ve asediada por los asomos de la eternidad. El resultado es perturbador: los asomos de la eternidad, los huecos continuos que se abren en la ambivalencia de Jesús, amenazan la narración, parecen provocarle estallidos internos. La escritura, encarnada en Jesús, adquiere la figura de aquello que ha sido arrojado de la eternidad, pero no puede, en la vivencia radical de esta exclusión, desvincularse de la eternidad. La escritura no vive de ese conflicto como si diera cuenta de algo externo a ella, porque la escritura misma brota del conflicto, exiliada y en viaje, como la sangre se derrama desde la herida. La escritura es el nudo agónico, en amarre y desamarre interminable, donde el ser como experiencia de la radicalidad del tiempo, busca su retorno al hogar perdido: la eternidad.
En el texto de Silén la escritura se hace novela. La novela, a su vez, es la novela de Jesús, hombre y dios, tiempo y eternidad, el espacio límite de lo dialógico, donde la palabra puede encontrarse consigo misma en su trágico ser de tiempo, con el sentimiento de lo desgarrado susurrándole en su interior con su aliento de eternidad. La risa humana con toda su potencia terrenal no puede desgajarse de ese susurro. Dice Jesús a Juan: “Dios soy yo mismo mirándose en el espejo del hombre”. (89) Jesús, en su novela, encarnado, es la radicalidad de la contradicción. Es la eternidad que desciende a lo corporal, a la miseria del límite, con el propósito de la superación del límite. Por ello va contradictoriamente, en un desplazamiento de máxima ambivalencia, moviéndose hacia la muerte, hacia el Cristo, para consumar el abandono terrible que anida en lo corporal. Jesús alienta la escritura, pero él mismo no puede escribir, o no debe escribir, como le dice el ángel. Su dimensión divina lo aleja de esa actividad, aún cuando él mismo sea el gran narrador oculto. Solamente al pasar por la experiencia radical de la muerte, la interioridad máxima del límite, sólo entonces puede Jesús entender al narrador que hablaba en él: era yo mismo, dice, pero ese yo mismo era la otredad de Jesús, su divinidad ya desprendida del límite que le imponía su vida humana, corporal. Ese yo mismo era un El. Dice Jesús: “El era mi ajeno. La Tercera Persona del Padre, la Segunda Persona del Espíritu Santo, la Primera Persona de mí mismo. Jesús me narraba.” (318)
Pasada la muerte, Jesús puede abarcar al narrador que hablaba en él porque en su dimensión divina no enfrenta el obstáculo del tiempo, o, dicho en otros términos, no enfrenta el obstáculo del cuerpo. Cuando estaba en cuerpo humano, vivo, en camino hacia la muerte, no podía evadir el diálogo con las escrituras, pero él mismo era su ajeno. El cuerpo humano es la huella más profunda de la distancia de Dios. De ahí que la encarnación, como acto libre de la divinidad se diera, para ser absolutamente consecuente con el amor, en el nivel de la mayor miseria: en un cuerpo enano, bizco, zambo, feo y deforme. Lejos de ser esta representación de la encarnación un acto irrespetuoso y sacrílego, es una manifestación visible del amor inconmensurable de Dios. La deformidad de Jesús permite abrir un nuevo espacio de comprensión. La encarnación divina o la humanización de Dios, el carácter risible de lo infinito en lo finito, asume una dialéctica en el interior de la limitación de lo corporal: la expresión de la miseria dentro de la miseria. El amor divino de esta forma viaja interiorizado por la materia, adoptando la forma de la deformidad, el amor infinito desde la radicalidad de lo feo. Vale preguntarse: ¿desde la eternidad qué significan las diferencias corporales? Dios, evidentemente, no debe concebirse atrapado por las apariencias.
Una vez Jesús levanta a Cristo de entre los muertos, en el texto se nos indica, con razón, que lo “dialógico había terminado.” (320) A la novela de Jesús ya no le queda ruta, ha llegado al fin, al punto extremo de la narración. No puede ser de otra manera porque ha concluido la dialéctica divino-corporal de Jesús. Ha transcurrido ya el Cristo por su pasión y muerte, cerrándose la urgencia y la necesidad de la escritura.
Ahora bien, ¿qué se desprende de este final de la experiencia dialógica como reflexión sobre la novela? Varios aspectos pueden destacarse. Me limito a escoger algunos. El primero nos lleva a considerar la narración en su relación íntima, pero profundamente contradictoria, en la conciencia humana, entre lo finito y lo infinito, lo acabable y lo inacabable, entre la parte, en el sentimiento de su exilio, y la totalidad. La poética de la novela que surge de esta percepción parece coincidir con la afirmación de Kenneth Burke, quien considera la sinécdoque en un sentido amplio como la figura retórica principal de la escritura.
El tiempo, como experiencia del límite, y la eternidad, como expresión de la totalidad, se tensan en la escritura. Constituyen la dialéctica profunda que subyace en la narración, la fuerza que hace posible la novela de Jesús. La novela de Jesús, no obstante, concluye cuando la ambivalencia radical del personaje se abisma en la grieta terrible que le pone fin: la muerte. En un sentido figurado la pasión del Cristo revela la pasión subyacente a la escritura: el intenso torbellino humano del proceso narrativo. Como resultado del diálogo entre lo finito y lo infinito, la escritura no puede desligarse de la muerte, ese portal terrible que sirve de frontera a la tensión de los opuestos. Si se me permite la analogía, así como la novela comienza con Jesús orinando contra el cielo, sin esconder las gestiones privadas del cuerpo, proyectando su actividad sobre el inmenso lienzo del horizonte, también el escritor orina contra la muerte y pretende escribir sobre la espalda de este acontecer inevitable, pero próximo, un texto perdurable en su belleza.
Jesús, ya superado de sí mismo mediante la experiencia de Cristo, en el momento culminante de su pasión, en el cruce de la muerte hacia al otro lado de la frontera del tiempo, puede captar la ironía que mueve la pluma de los memoristas. Ya en el interior de la totalidad puede oír la pluma de Juan “rayando los papiros”. La escritura permanece en el tiempo, donde único tiene cabal sentido la narración, la hilatura de los sucesos, y desde allí el “propagandista alucinado” podía decir “letra a letra, logo a logo, verso a verso”: “En el principio era el Verbo, y la Memra era con Dios y el Logos era Dios.” (318-319) Jesús pudo oír el rayar de los papiros desde una distancia inconmensurable: estaba libre. La escritura, por el contrario, queda inevitablemente en el tiempo y no puede escapar de la tensión que la amarra, su radical finitud, pero debido a su conciencia de fragmento, de ser una sinécdoque en perpetuo dinamismo, también vive la pasión de encontrarse abismada hacia lo infinito. Silén vive esa pasión de la escritura sacándole al oficio una dimensión constante: su radical inconformidad.
_______________
Félix Córdova Iturregui. Profesión: Catedrático de estudios hispánicos en la Facultad de Humanidades del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

martes, 24 de noviembre de 2009

SALMODIA-ANA MARÍA VEAS GONZÁLEZ

Ana María Veas González, Chile








SALMODIA





Arrojo de mí las carnes de la soledad.
Las hojas del desierto.
Escarbo en el aire y hallo Tu Rostro por el cual
todo vive y abre sus abanicos iridiscentes.
Tanteo en mi noche solar tu mano y la encuentro.
Contigo voy por los ángulos feroces del mundo.
Mi ermita tiene piares que se unen a las salmodias
de los pájaros alegres que has posado.
Sin ti qué sería de mí. Una cáscara errante sobre las olas.
Un caminar de ebrio por dentro de la helada multitud.
Yo hubiera muerto al nacer si no hubiesen estado Tus Ojos
como dos madres, resucitando.
Ahora me lleno de colores como las mariposas
que ríen posadas en tu hombro.
Mi patria en la altura siempre me festeja.
Saludos hacen con sus manos de luz los lumínicos amados.
La tierra recibe mis raudales que me vienen de Ti.
Soy como el árbol puedo dar sombra a los cansados.
Como la vertiente salto hasta los resecos labios.
Me formas y conformas. Me urdes las pupilas, me sostienes, te
desposas con mi alma y entro en la fiesta. Amén.

18 de septiembre del 2008

viernes, 20 de noviembre de 2009

Poemas-Francisco Jesús Muñoz Soler

Francisco Jesús Muñoz Soler, España



Selección
FRANCISCO JESÚS MUÑOZ SOLER

LA LENTA HUIDA DE LAS HORAS


“Huye sin percibirse, lento el día,
y la hora secreta y recatada
con silencio se acerca…
FRANCISCO DE QUEVEDO

1-

En entrañable escenario de urbano desierto
retirado en la paz que de su claridad mana
a través de sus profundas y alargadas ventanas
mi música callada y mis argumentos,

intento llenar de dicha mi ánima, fortalecerla
con baños de contemplación y ricos recuerdos
aderezados con bellos y canoros ritmos
intenso soñar de vibrantes y espumosas olas

“que mejora la lenta huida de las horas.”


2-

Alimento engañado para orugas en silencio
germino en fugaces días, aunque no me lo creo
a pesar que saludo a la parca en confianza

nos conocimos en puntuales y amargos eventos
pero ha ido aminorando su distancia
conforme le crece su capa de mortaja

“que barnizará con el sedimento de mi limo.”


3-

Vencer ese temor de miserias y espantos
ese espacio tenebroso de desconocidas ascuas infinitas
que nutrimos al dictado que todo lo iguala

cuándo me enfrente le diré, serás mi consuelo
llévame a tu mar de continuas pérdidas
allí encontraré sustento, la gracia

“que elevará mi ánima con pies de barro.”


ANCHO, PROFUNDO, DENSO, CORPÓREO




Ancho, profundo, denso, corpóreo,
unidad en sí mismo, forjador de territorio,
amazónico cobijo y transportador pródigo
del material del que se construyen los sueños.

Escenario de ensoñaciones de sofistas y aguirres,
de curso lento, abrupto, demoledor, sereno
proveedor y fagocitador de imperios,
de enigmáticos dorados terrenales y eternos.

Unos transitan por ambiciosas arterias
impulsoras de deforestación y miserias
emporio del hoy de unos pocos
ciénaga pútrida de un mañana de todos

otros encuentran la llave del punto G de los diafragmas
espacio donde se cultivan etéreos placeres
esos que para gozarlos es necesario creer que existen,
sueños de bogadores de espacios con sentido y calmos.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Hallar el limo forjador de la abertura del punto enigmático
donde la cuajadura del alma transciende cercana
y sentirse humano genera el sentido mágico
de lo fugaz y lo eterno a la vez.






¿NO SÉ SI ME LLEVARÁ A LA ROCA?




“De nuevo Amor, bajo sus párpados oscuros
fijando en mí las tiernas miradas de sus ojos.”
ÍBICO



¿No sé si me llevará a la roca?
para en mi ignominioso desespero
precipitarme en las gélidas engullidoras

voraces acólitas de Afrodita encantadora
nutricio magma de vencidos por hechizos
que diestros se creían de engaños,

deseo no divisar jamás Leucadia
que ya tuve ración de brebaje
por Cipris extendido en mis entrañas

con temerosa prudencio cedo a las miradas
que fulgen con haces de ternura inextricable
en el íntimo recinto de mi alma,

no sé si me llevará a la escapada
la hermosa luz que bulle bajo los oscuros
pero no quiero perecer en la hondonada

que fija la monótona cerviz de la indiferencia
no seguiré sentado cual Penélope sin Ulises
y la gran fealdad espante las miradas.


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LLEGAR A ESE PUNTO DIFUSO DONDE PODER




“Los dioses saben lo venidero, los hombres lo acontecido,
y los sabios lo que se cierne.
FILÓSTRATO



Llegar a ese punto difuso donde poder
tomar distancia sobre uno mismo
observando al sustentador incardinado
transitando encrucijadas de meandros…
Ser receptor de las vibraciones de lo que se cierne.

Recibir el misterioso zumbido y trasladarlo
al depositario de mi inherente legado
para que cuide mis emociones y pasos
eligiendo el curso adecuado
para el devenir de mis futuros años.

Que al dejar mi incorpóreo estado
ya surcando el longevo camino deseado
la despensa de mi galera se colme
de los más nutritivos conocimientos
afluentes de gozo y tersura para mi espíritu.

En esos parajes de acontecimientos
hallar lo hermoso, lo noble, lo magnífico
saborearlo sin premura, tomándome mi tiempo,
y al llegar a puerto se elevasen las riquezas
que mi alma ansía sobre los silos de Ítaca.



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LA AURORA



“La aurora llega y la noche la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.”
FEDERICO GARCÍA LORCA




I- AURORA EN LA BAHÍA HUDSON



Hay auroras que surgen en las noches más hondas
exhaladas por el detenido tiempo de las ondas
dónde el alba descansa en el vientre de las nieves

configuran formas y danzas de hálitos de vida,
de espectrales espíritus que retozan en los páramos
como chiquillos cárdenos atravesando chamanes,

acrisola la nebulosa de la vastedad de la intemperie
guiando con su cotidiana experiencia los silencios
de la oscura claridad del paraíso del crepúsculo.




II- AURORA EN LA DESEMBOCADURA DEL RÍO HUDSON


Hay auroras que surgen en la claridad más terrible
en alba engañada por artificiales luces
enjambres de cemento de teñidos cielos,

reino de leyes, prisas y cotidianos llantos de angustias
donde los números caminan en silencio
devorando familias en fríos cuencos de cieno.

Hudson que desembocas sin esperanza posible
para los veintiséis mil niños que mueren cada día
acoge la verdadera luz de la espiga.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Nada de perfil-Samuel Trigueros

Samuel Trigueros, Honduras


Nada de perfil

Nada. Nada. Nada.
Nada llamó con voz oscura, de caverna,
hedionda a muerte,
a olvido espeso, a nada.

Nada disparó humo y metralla,
y respondió un Todo milenario,
con flores narcóticas, con hongos de la sierra,
con balandranes, con ráfagas de copal
y tambores africanos.
Nada quería la desintegración,
el desvanecimiento de todos los que brillamos,
ardientes,
contra el dominio de su sombra.
“No moriremos”, a Nada le gritamos;
“No moriremos, no moriremos”
(a sus golpes de hierro);
“No moriremos” (a sus golpes de goma);
“No moriremos” (a su muerte de plomo).

Nada es viejo como la batalla de los siglos.
El murmullo de Nada inunda las paredes del día y de la noche,
sube por los huesos, desangra el Tiempo,
llena el aire de podridos cardúmenes
entre el olor de pólvora y encierro.
Nada quiere que callemos:
cortada la garganta,
las bocanadas de luz
trocadas
en triste bocado de cenizas, fría la lengua
en la campana del grito.
Nada nos quiere transmutados en memoria,
en abolidos horizontes, en silencio.

Nada odia los paisajes. El aire que respira
Nada es cuadrado. El mar es para Nada una ofensa,
insomne en su isla de miseria:
hay una historia de pueblos que la mar recita,
interminable;
y Nada intenta amordazar bahías, las eternas playas
(Normandía, Playa Girón, Trujillo).
Nada es amargo. Nada es blindado para la ternura.
Nada toca a Nada. Nada.
Nada no tiene padre, no tiene madre. Nada es estéril.

En el camastro de Nada hay hojas putrefactas.
Nada
tiene una colección de mariposas
con alfileres en la espalda,
una colección de ojos desorbitados por la muerte,
de uñas moradas con restos
de piel que comen –furiosas- las hormigas.
Nada es un filántropo
en el mejor sentido del canibalismo:
Nada hace un banquete con nuestros corazones,
cepilla sus caninos con la pasta
de nuestros pensamientos (antes le hizo un agujero
de bala y exprimió nuestras cabezas).

Nada vive su muerte embalsamado,
nadando,
bocarriba en las esencias del destino.
Un error de cálculo, un gesto involuntario de terneza,
no son más que naderías para Nada.
Nada nunca se equivoca. Nada
corrige con hacha la finura,
porque Nada está antes de la omnipotencia:
Nada es pre-potente.

A la hora de sus abluciones de sangre,
Nada se dice ante el espejo en llamas:
“Nada hay que no lo pueda Nada”.
Sin embargo,
Nada sufre de hipertensión,
sueña con fantasmas cuyos cabellos
siguen creciendo en la vigilia
y lo envuelven en terrores.
Mas Nada cree que es para siempre
y se ha hecho tatuar
en el reverso de la frente: “In God we trust”.

En el pasado nada iba a veces de paisano,
tomaba asiento en las peluquerías,
memorizaba nombres en las noticias nacionales,
pedía un corte rasante y,
entre dolido y generoso, dejaba una propina:
“Para que se tome un cafecito”. Todo esto
dicho al futuro muerto.

Nada es un muerto siempre fresco:
la piel verde, las llagas verdes,
las moscas verdes,
el traje verde,
el odio verde como una retama
en medio de los páramos.
“Nada ha de perecer en nuestras manos”,
pasamos todos la consigna.

En su poltrona verde,
observa Nada los rojos horizontes;
tiembla quedito;
no dice nada, pero sabe
que ha de subir la mar con sus historias
y nada habrá que hacer,
sino esperar,
esperar
su propia Nada inexorable.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Herta Müller, una narrativa a favor de la libertad integral

Herta Müller








Herta Müller, una narrativa a favor de la libertad integral





Lic. Miguel Fajardo Korea

PREMIO OMAR DENGO
Universidad Nacional de Costa Rica, 2009







Cada año, la designación del Nobel de Literatura provoca expectativas y quinielas. Este año, la escogencia de la rumana, Herta Müller (1953) ha generado incertidumbre en algunos sectores. Sin embargo, al leer dos de sus obras destaca, tanto su calidad literaria como la valentía de su voz narrativa, sin ataduras.

Ella ha centrado sus relatos a favor de los débiles, los desheredados, las minorías étnicas y, sobre todo, su vehemente y vigorosa voz está a favor de la libertad integral del ser humano, en cualquier parte de la aldea global, así como su lucha personal contra las dictaduras. Ella ha sido víctima de éstas, tanto es así que debió abandonar su país.

"Cuando una vida humana ha sido más corta que la de una dictadura, esa vida ha sido robada por el Estado" ha dicho la narradora rumana. Con esa rotundidad y con un pensamiento a favor de la libertad del individuo planetario, Herta Müller no ha sido una voz complaciente para algunos círculos.

Una vez enterado de su designación, escribí un correo electrónico al poeta español Francisco Cenamor, quien gentilmente rastreó los libros y encontró dos de ellos en la librería Punto y Coma, en Leganés-Madrid. De esa manera, dichos ejemplares han de ser de los primeros en Costa Rica.

Además, me di a la tarea de dar seguimiento informativo a través de Internet, lo que me llevó a contactar con el escritor Javier García-Galiano, especialista en literatura alemana, quien manifestó: “me resulta muy grato que una nota periodística mía le sirva a un lector para descubrir una obra como la de Herta Müller, que a mí me sorprendió hace diez años, cuando el Goethe-Institut me invitó a presentarla en una lectura que sostuvo aquí, en la Ciudad de México”.

La lectura que he realizado a dos de sus obras, a saber: “En tierras bajas” (1990) y “El hombre es un gran faisán en el mundo” (1992), Ediciones Siruela, Madrid, 2007, traducción de Juan José del Solar, deja ver a una narradora con una propuesta de discurso, donde interesa lo inclusivo, la justicia. Sus 65 textos significan una toma de conciencia con los sufrimientos del ser humano.

Sus ejes temáticos reflejan la desolación, la dureza del desarraigo y los desplazamientos y la denuncia “Un soldado ve a la lechuza joven entre la maleza. Apoya el fusil en la hierba. Se levanta. La bala parte. Y da en el blanco. El muerto es el hijo del sastre. El muerto es Dietmar” (p. 102).

En la obra de Herta Müller, Windisch es el personaje que activa su discurso, porque “Desde que se propuso emigrar ve el final en todos los rincones del pueblo” (p.14). Sus textos muestran oraciones breves, predominio de narraciones omniscientes y estilo indirecto. Igualmente, gusta del cuadro descriptivo como eslabones puntuales para conformar relatos, donde se incluye, con gran propiedad, los planos de lo cotidiano necesario.

La narrativa de Herta Müller incorpora a los segmentos sociales menos favorecidos: campesinos, peleteros, molineros, pastores, sastres, tractoristas, carniceros, ancianos, sepultureros, carpinteros. Todos ellos luchan contra las instancias de dominación política y económica. Esos planos disímiles se ven reflejados en su obra como un fresco de gran crudeza, donde se critica un estado en descomposición: sobornos, abusos, vejaciones, corrupción…

A pesar de ello, la familia lucha por mantenerse unida, pero las condiciones sociales imperantes las van acorralando. En el mundo discursivo de la escritora rumana, hay recurrencia a una estética del vacío, de hecho, esa palabra se menciona muchísimas veces, con un sentido de tristeza, pérdida y desolación “Pronto estaréis libres de nosotros” (p.71). Además, narra el calvario kafkiano para obtener un pasaporte que les permita emigrar y todas las implicaciones de corrupción y agresiones como norma institucionalizada “Es como si nunca hubiéramos vivido aquí” (p. 117).

Se denuncia con frontalidad nostálgica una temática angustiosa para el ser humano “Ya sé que las despedidas son dolorosas…Es como estar otra vez en la guerra… Uno parte y no sabe cómo ni cuándo ni si regresará” (p.112).

El juego discursivo de la autora rumana no da margen a ambivalencias. Es frontal. Su crítica es fuerte, irónica, como puede leerse “En tierras bajas”: “La cruz más grande es la cruz de los héroes. Es más alta que la capilla. En ella figuran los nombres de todos los héroes de todos los frentes y de todas las guerras, incluso los de todos los desaparecidos, que en el pueblo se llaman deportados” ( p.162).

En este cosmos narrativo se observa la involución de los personajes, consecuencia directa de un orden represivo, violento e irónico. En “El gallo ciego” se ejemplifica las garras de los abusos contra la gente humilde y “La gran casa” denuncia los tentáculos del estado impersonal, que interviene a su antojo en la vida de los seres humanos.

Sus relatos significan una apuesta fervorosa con la libertar integral del ser humano, se aborda la condición del extraño en su propio mundo, tal es el caso de los excluidos “Nadie me mira. Todos no son más que espaldas y talones y lazos de delantal y puntas de pañuelos. Todos callan. Y aún hoy siguen callando, pero me excluyen” (p.145).

La narradora galardonada denuncia la pérdida de los bienes materiales de la población “Algunos campesinos dicen que después de la estatización, que en el pueblo se llama expropiación, no ha vuelto a haber una cosecha de verdad” (ETB, p.158). Sus abordajes no incluyen temas recurrentes en otros autores.

La voz rumana de Müller es una apuesta contra la opresión. El ser humano debe ser más importante que cualquier ideología.


miguelfajardokorea@hotmail.com

lunes, 2 de noviembre de 2009

Juana Azurduy-Norma Segades-marías

Norma Segades-Manías








Juana Azurduy







Después de luchar con gran coraje en la guerra de la independencia y asumir el mando de la guerrilla con el grado de Coronela en virtud de su “varonil esfuerzo; de haber perdido a sus cuatro hijos como consecuencia de las fiebres, de dar a luz a otra, en medio de traiciones, defendiendo su vida a fuerza de sablazos, el 15 de mayo de 1817, Juana Azurduy rescata y desciende la cabeza de su esposo de la pica donde se la exponía como escarmiento, para darle cristiana sepultura. Tenía 37 años.
Bolivia (La Laguna)




Después de la malaria que saqueara mi corazón de madre y tu cordura,
de ofrendar cuatro cuerpos,
cuatro nombres
a las viejas matrices de la tierra
sin mayores liturgias ni rituales que un grito visceral,
encallecido,
después de sepultar a nuestros hijos;
después de haber parido a la pequeña en aquella barranca solitaria
mientras andaba la traición
husmeando con su hocico de bestia amenazante y una turba de lenguas en sigilo;
de luchar por mi vida
y por la suya
con toda la fiereza de esa sangre que lamía mis muslos temblorosos,
mis carnes extenuadas,
mi vigilia;
después de cabalgar sobre mi potro los caminos del aire
en un aullido,
de zambullirme en aguas turbulentas,
de ganar,
a empellones,
la ribera donde mi gente cuida la esperanza,
el sueño aquel que abandoné en sus brazos,
el gesto de inocencia vulnerable habitando en la orilla del exilio;
después de haber vagado por los montes mordiendo deslealtades,
apretando cada conspiración entre los dientes,
todavía restaba esta batalla por vencer la impiedad de los verdugos,
por salvar tu cabeza del martirio;
todavía faltaba esta condena de contemplar tus órbitas vacías,
tu rostro devorado por gusanos,
tus mejillas expuestas al ultraje,
a la oscura apetencia de los buitres desgarrando tus pieles con sus picos;
de rescatar,
al fin, de su deshonra,
la prueba irrefutable de tu ausencia.
Juana Azurduy me llaman.
Soy la hembra al mando de un ejército en harapos,
la amazona salvaje,
vagabunda,
con sólo su dolor por domicilio.